By @JORGEMADRIDhv

sábado, 21 de febrero de 2015

Discurso sobre el método Ancelottista

"Mi método os volverá a llevar a lo más alto, confíen"
Han perdido la gracia. Algo me llama a leerlos en los tiempos muertos entre esos interesantes y agradables acontecimientos que colman mi día a día, pero lo cierto es que han perdido toda la gracia. Y más cierto es todavía que lo que me llama a echar un vistazo a sus cuentas es el aburrimiento, o eso, sin apenas reflexionar, quiero yo sospechar. Pensar y documentarse, adquirir conocimientos y vaciar de vulgaridad sus corazones, es lo que deben hacer los odiadores de Carlo Ancelotti, sobre todo los más constantes y agotadores. Como bien he mencionado, ya no generan en mi armonioso rostro ni la más mínima sonrisa, en esos nombrados momentos en los que los leo con algo de prisa y sin demasiada atención ante su adoquina opinión. Sus opiniones están plagadas de trasnochadas influencias de sabidurías superiores que hoy rechazan como válidas para la actualidad todas esas antañas afirmaciones; como es lógico y normal. Están anclados, no maduran ni nutren, ni hacen evolucionar sus pensamientos como hace cualquier humano decente de manera habitual.


 No estoy locamente enamorado de Ancelotti. Muchas cosas de él no me gustan. Mataría por él si supiese tácticamente dar la vuelta a un partido y sus cambios para hacerlo no fuesen vulgaridades como cambiar al mejor delantero del planeta tierra por un tal Chicharito. Tampoco me agrada que mantenga a Casillas como titular, pero siendo comprensibles con su situación, es razonable que tras su primera temporada haya tomado esta decisión, su puesto de trabajo está en juego si el mayor traidor de la historia del Real Madrid, mayor aun posiblemente que el que convivió con el mismísimo Jesucristo, no fuese titular. Por ese enorme defecto nombrado, mi discurso de defensa hacia él se convierte en algo más moderado. Pero aun así, no soy tan desnutrido mental para afirmar tranquilamente que este hombre se encuentra incapacitado para entrenar al Real Madrid, cuando en su primer año se embolsó cuatro títulos mientras los detractores echaban densos espumarajos por la boca, de la cual salían, incomprensiblemente, más frases de gratitud dirigidas al anterior entrenador que al presente. Las suficientes neuronas tengo como para comprender la gran parte de culpa que tuvo el italiano en que ganásemos Copa, SuperCopa de Europa, Mundialito y la DÉCIMA.


Ancelotti es el estilo de entrenador que necesitábamos el anterior año y es también el que necesitamos en la presente campaña. Es un entrenador conductor. Es el encargado de conducir a esta institución, recién despertada de la mano de Mourinho, a la excelencia. Durante meses lo ha conseguido y de ahí mi confianza en su método de planteamientos repletos de jugadores ofensivos mentalizados para dar espectáculo y también para ofrecer deliciosos sacrificios defensivos. Un método elaborado por un cuerpo técnico formado por los que saben, los cuales confían plenamente en Karim Benzema, o lo que es lo mismo: Confían plenamente en el fútbol más atractivo y sofisticado. Dicho método incluye la inteligente mano izquierda de Carlo para conducir los egos del vestuario. Si una estrella del equipo lo hace mal va a seguir jugando porque de lo contrario el equipo entraría en una inestabilidad que perjudicaría al grupo. Y aunque no estés de acuerdo con la estrella, no entras en conflicto con ella. Es un método lleno de vicios, de acuerdo. Pero funcionó la pasada temporada y estoy seguro de que en esta también funcionará. Eso sí, tras él va a ser necesario que llegue un estricto y desintoxicante despertador


 Tengo una teoría acerca de los entrenadores. Pienso que existen dos tipos: Los despertadores (Como por ejemplo Mourinho, el cual cumplió con su misión de alzar este histórico club que se encontraba derribado) y los conductores que son de estilos de trabajo menos estrictos y que llegan con el equipo recién despertado por un antiguo entrenador, para guiarlos caballerosamente hasta la excelencia (Como el ya mencionado Carlo Ancelotti) Con la teoría ya sobre la mesa os digo que no pienso que el Madrid este dormido y por eso mismo me parece innecesaria la vuelta de Mourinho como piden tras cada derrota los anteriormente nombrados como detractores de Carlo.


Molan mucho los entrenadores cañeros, claro que sí, pero los jugadores una vez levantados ya no necesitan seguir escuchando ese irritante sonido del despertador y evidentemente quieren apagarlo. Y eso es lo que intentaron hacer una parte del vestuario del Madrid con Mourinho en su tercera temporada: intentar apagarlo, hasta conseguirlo en Junio. Después de eso con su adorable y señorial sonrisa, aterrizó en tierras madrileñas Carletto para cumplir una misión que de llevarse a cabo cambiaría un antes y un después en la historia del club más grande que ha habido en la historia del fútbol. Vistió un smoking negro para su presentación pero pronto se calzó las deportivas, el chándal de trabajo y una gorra para protegerse de los rayos solares. Estaba entrenando al Real Madrid, tenía a Zidane a su lado y no pensaba acabar la temporada sin ganar esa Décima Champions League que tantas veces en tan poco tiempo le había mencionado el presidente. Era consciente de su papel en la dorada historia de nuestro adorado - dicho de la manera más políticamente correcta -  club madrileño. Y hago esa acotación porque nuestro Madrid se encuentra realmente en todas las ciudades existentes, ya que todos lo albergamos en nuestros corazones. Para Carletto ganar ese trofeo estaba por encima de cualquier cosa y si para poder trabajar con la tranquilidad necesaria habia que poner de titular a un egoísta manipulador, pues lo hacia. Lo consiguió con una destacable exhibición en semifinales que, para todos los que fuimos capaces de saborear y apreciar su tremendo trabajo táctico, lo elevó a lo más alto de nuestra historia. En verano marchó Zidane a adquirir la experiencia necesaria para sustituir a Carlo cuando finalizase con su misión (Como finalizó en su día Mourinho, pues es para esto para lo que se trae a un entrenador) Sin la ayuda de Zizou comenzaba para él un complicado reto. Primeramente las piezas no encajaban, pero con maestría asignó una posición a cada estrella. Llegaron navidades, lesiones y una desconcentración brutal contra la que Ancelotti ahora trata de luchar a ritmo de Rock and Roll y con la ceja bien alzada.

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