By @JORGEMADRIDhv

sábado, 5 de abril de 2014

EL HOMBRE QUE MÁS SABE

Preguntaba Jesús Quintero, periodista reputado y al que admiro, en la mayoría de sus interesantes entrevistas, lo siguiente: ¿Qué sabe el hombre que más sabe? Las respuestas, como no podría ser de otra forma, eran todas diferentes (entiendo era el objetivo de repetírsela a cada invitado) Quintero, es andaluz, como el Sevilla fútbol club, gran culpable de que el Real Madrid necesite realizar una heroica remontada. Remontada que sorprendería solamente a un recién nacido o a un humano que todavía no conozca a este equipo.


Llegaba a la conclusión el otro día tras haber estado viendo una entrevista a un madridista realizada en internet, lo maravillosa y emocionante que debía haber sido la noche en la cual el Madrid alzó la séptima copa de Europa. Noche que servidor no vivió, mi corta edad lo evitó. Por la misma razón (mi año de nacimiento), la consagración de mi madridismo, producida en mi niñez, fue sucedida entre fracasos, dimisiones de presidentes del conjunto blanco e inexistencias de proyectos. Teniendo yo con siete años el deber de añadir a la odiosa tarea de aprenderme las tablas de multiplicar, la de aprenderme el nombre del nuevo entrenador de aquel año, temporada tras temporada. Pues bien, durante esa época de inestabilidad llegó la liga del Madrid de Capello, título al que atribuyo, siempre desde el desconocimiento, una semejanza de sensaciones con aquella copa de Europa de Mijatovic y compañía, al ganarla.


 En aquella competición liguera, la del 2006/2007, nuestro club se caracterizaba porque se le atragantaba en casa y fuera de ella cualquier equipo, aunque fuese notoriamente inferior, véase el Espanyol, el cual recuerdo, llegó a ir ganándonos 1-3 en el Santiago Bernabéu, para posteriormente ser remontado, ya que si algo había en esa plantilla era un superlativo amor hacia el ejercicio de luchar contra el reloj, el resultado adverso, y cómo no, el rival. Algún encuentro renegó de aquellas directrices y se perdió, evidentemente, lo que obligó a escalar posiciones durante las últimas jornadas. Y es en aquella etapa de la liga en la que se vivieron auténticos milagros de Dios, que debe ser tan madridista como Iker Casillas. Es decir, su madridismo en una escala, se situaría en la zona negativa. Quiero decir, que esa liga no se ganó gracias a Dios, el mérito de la victoria fue la gran testosterona testicular del equipo técnico y los futbolistas, nacida por una conjura del vestuario por ganar la liga, al ser lo único que llenaba su calendario, habiendo sido eliminados de la Liga de campeones y de la Copa de Su Majestad, y con una afición tras ellos educada en el arte de las remontadas.


 Ancelotti es tan italiano o más que Fabio Capello, y aunque en ocasiones no lo parezca, también tiene un fuerte carácter. Así qué, en algo nos parecemos a aquel equipo que dio la vuelta a aquella dichosa liga que tantos sustos causó a mi corazón. Algún clavo ardiente habrá que agarrar para confiar con más fuerza, y soñar cuando nuestro equipo juega. Porqué los madridistas somos atractivos, inteligentes y elegantes, y si caemos que no sea de forma humillante, sino luchando hasta que el árbitro señale el final de la segunda parte de nuestro último partido restante.

Porque realmente lo que sabe el hombre que más sabe, es que el Real Madrid no se rinde hasta que esto acabe.

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