Parón por partidos internacionales, alegría del suplente,
lacra a erradicar por todo club grande. Selecciones devolviendo a jugadores
lesionados, cuál lavadora que requiere ser arreglada para el próximo lavado, es
decir, para la próxima concentración. Nunca llueve a gusto de todos, para
algunos, estos parones resultan agradables, ya que para ellos la selección está
por encima de todo, y más aún si es dirigida por el único entrenador que
todavía le considera titular indiscutible.
A parte de producir desdichas, estos partidos frenan en seco
la gozada que es para un madridista ver a su Real Madrid de forma semanal.
Añoranzas de un madridista, en ocasiones desmedidas. Recuperar balones cómo un
corpulento medio centro defensivo y distribuirlos con la tranquilidad (Por no
hablar de la calidad) de un monje budista que medita día y noche en su
monasterio, alejado de toda civilización, debería poder verse cada 3 días. No vi
el partido de la selección croata, y por ello, tengo mono. Estar cerca de dos
semanas sin disfrutar de un futbolista cómo Isco, que marca goles tanto o más
que un delantero, y los deja en bandeja con un talento desmedido, a la altura
de pocos media puntas en Europa, produce también una melancolía silenciosa.
El sábado es la guapa de la semana, con la que todos quieren
estar, y más aún si vuelve nuestro Real. ¿Por qué, que ser de la tierra, ya no
digo sólo madridistas, no tiene ganas de volver a ver jugar al Real Madrid?
¿Quién no tiene ganas de volver a ver jugar al mejor del mundo, Cristiano
Ronaldo, o al panzer del medio campo Khedira, o al delantero que marca goles y da asistencias
de forma desapercibida? Y por supuesto, ¿Quién no tiene ganas de volver a ver a
Diego López noquear el balón con los puños, cuál púgil de primera categoría,
cuándo éste amenaza por el aire la portería blanca? Y ¿Quién no desea volver a
ver sus saques Xabi Alonsistas que acaban en el pie de nuestro delantero? Las
largas y calurosas noches de verano son testigos de mis continuas pesadillas en
las cuáles me pregunto qué hubiese ocurrido si el fichaje de Diego no se
hubiese llevado a cabo. Pienso que nuestros ojos hubiesen estado expuestos a la
rutina de ver cómo nuestro portero titular (Iker Casillas) permanece debajo del
larguero en cada balón que amenaza por alto, siendo el larguero utilizado por
el de Móstoles cómo sombrilla en épocas veraniegas o cómo paraguas en el
lluvioso mes de Abril. Su deficiente juego de pies, que parece ser practicado
por un hombre que no tiene pierna mala, ya que ambas lo son, hubiese sido
también un doloroso castigo para nuestra vista.
Dejo todo lo referente a la portería del Real Madrid a un
costado, no muy lejano, (ya saben, no olvidamos) y me centro en mis deseos de
ver el nuevo fichaje del Real Madrid, Gareth Bale, jugando con la zamarra
blanca, pero no la del Tottemham, sino la del Real. Desde que fue fichado,
fugaces visiones de Bale recorriendo la banda del Santiago Bernabéu invaden mi
cabeza. Con éste futbolista en nuestro conjunto, tenemos ante nosotros la
posibilidad de vivir placidas y talentosas tardes de fútbol en el Bernabéu. Sin
olvidarnos de su inestimable liderazgo junto a Cristiano en las conquistas de
los Reinos más hostiles. Cristiano ocupando una banda, Gareth Bale la opuesta.
Galopadas imparables por ambas.
El aburrido fútbol de la selección española, te invita a
dormir o a reflexionar. Con la cena aún sin ingerir, decidí resistir al sueño
que me producía ese tufo infumable. Decidí abrir mi mente a la productiva
reflexión, la cual protagonizó el Caballero del dinero, Mesut. Futbolista que
podía haber sido recordado cómo uno de los mejores media puntas de la historia,
pero que no pudo erradicar su principal lacra, el excesivo amor al dinero. No
le irá mal en el Arsenal. ¿Éxitos deportivos? De sobra sabe que no. Pero
insisto, eso a él no le importa. Su mayor estimulante cómo futbolista es
recibir cada mes un fajo de billetes mayor que el anterior, pero menor que el
posterior.
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